Los últimos informes científicos corroboran lo que venimos denunciando desde hace semanas: altísima turbidez debido al aumento de la clorofila y, baja salinidad y niveles muy bajos de oxígeno disuelto. Pero añaden que si se llegara a la situación de 2019, la culpa sería de alguna DANA que pasara por aquí, cuando ya se ha dicho por activa y por pasiva que la masiva mortandad de peces de ese otoño no fue causada solo por la DANA, sino por las condiciones ambientales que se habían agravado desde el pico de eutrofización de 2016.
Hablan de llegada de cantidades ingentes de agua y nutrientes, pero en ningún caso mencionan la causa de esos nitratos (de 3 a 8 toneladas diarias), como si surgiesen de la tierra por generación espontánea.
Se omite que esas aguas contaminadas proceden de excedentes de riego que transcurren de manera superficial a través de las ramblas y a través del acuífero cuyo nivel freático está altísimo debido a la cantidad de agua que lleva recibiendo de la agricultura y ganadería intensiva.
No se menciona la dejadez de la Administración cuando permite que varios miles de hectáreas se rieguen de manera ilegal, y que se siga cultivando incumpliendo la Ley de Protección del Mar Menor.
Así, tenemos la tremenda situación que no solo arruina el ecosistema, sino la economía y la calidad de vida de los habitantes y veraneantes de la zona.