Publicado por eldiario.es 20 de julio 2023
Isabel Rubio Pérez Pacto por el Mar Menor
La figura del agricultor ha sido admirada y respetada desde tiempos inmemoriales, no solo por alimentar a la humanidad, sino por sus conocimientos de los ciclos de la naturaleza: sabía cuándo era necesario dejar descansar la tierra, miraba al cielo y preveía lluvias o la ausencia de ellas; conocía la composición de la tierra y los cultivos que mejor se adaptaban. Cuando vino el progreso supo adecuar su oficio la maquinaria que le permitía suavizar el duro trabajo, pero llegaron las empresas de agricultura intensiva que prometían lo imposible: cosechas sin fin por medio de fertilizantes químicos.
Pronto los agricultores advirtieron las consecuencias: se necesitaban también más insecticidas y plaguicidas… Y también supieron que los excedentes de riego y la salmuera procedente del agua desalobrada en esta cuenca vertiente, iban a parar al Mar Menor.
Cuando la laguna empezó a dar síntomas de empacho y vomitó aguas verdes por primera vez, se dispusieron a colaborar, quisieron saber qué podían hacer para remediar estas nefastas consecuencias. Pero, desde hace tres años, una infame fundación comenzó desgraciadamente con algo “tan de moda” como: negar los informes científicos y el sentido común, achacando la eutrofización del Mar Menor a las aguas residuales y eximiendo de responsabilidad a la agricultura intensiva. Para ello contrató, entre otros, a agroingenieros relacionados con la venta de agroquímicos, y a “expertos” de universidades allende los mares, que tal como reconocieron en su visita a Murcia, invitados por el exalcalde Cámara, no habían publicado ni investigado el Mar Menor.
Con la duda sembrada sobre el origen del deterioro de la laguna, este lobby dio otro paso más para que la gente creyera a pies juntillas sus tesis: invertir fondos en publicidad encubierta en medios nacionales y regionales en los que se culpaba al mal funcionamiento de las depuradoras, a otros sectores, e incluso a la naturaleza. Por desgracia no nos sorprende, pues el dinero todo lo puede, y se da el caso de que esta fundación tiene mucho. Acaba de obtener de la Comunidad de Regantes del Campo de Cartagena financiación por valor, nada más y nada menos que de 2,4 millones de euros, para gastos de comunicación principalmente.
Uno de los pretextos, según dice la directora de esta fundación, Natalia Corbalán, ha sido quitarle preocupaciones a los agricultores con argumentos infantiloides impropios de un sector que desde hace milenios y con su sabiduría ha garantizado la continuidad de la humanidad. Así, Corbalán se dirigía a los asistentes: “¿Cuánto es mucho o poco dinero para levantarte por la mañana y no pensar?” “¿Tendré agua para regar hoy?” o “¿podré seguir con mi sustento económico del que depende mi familia?”. Y terminaba diciendo: “debemos invertir para tener un futuro”, “que no os quiten las tierras que con tanto cariño os han dejado vuestras familias…”
Esperamos que las personas del sector agrario regional y sus familias, y que, además, tienen un vínculo afectivo con nuestra tierra, no se dejen embaucar con estas falacias que lo único que pretenden bajo la idea de dar tutela, es manejar un buen puñado de euros.